El viento trae su voz, suave en el valle y recia en las crestas; musita con labios incorpóreos, la esencia de su palabra. El arroyo murmura su nombre; quedo como la caÃda de una gota, grave como el salto de una cascada. La tierra acoge su huella; efÃmera en la fugaz nieve, firme en la roca.
Es ella..., nómada de los espacios abiertos y señora de todas las cumbres ..., la libertad de las montañas. Amante de noches, bajo el vivac de mil estrellas; luz que guÃa en las madrugadas hacia la cumbre; compañera de cordada sin cuerdas fijas; beso en el alma, sutil caricia, que eleva mi espÃritu a las cimas nunca holladas.
Desde allÃ, en lo más alto, entre las nubes que rozan tu imagen etérea; observo cómo fauces negras desean devorar tu cuerpo. Descenderé para mellar el hacha que mutila tus manos; fundiré los hierros que laceran tu piel. Derribaré los muros que aprisionan tus frescas aguas, para que fluya tu sangre, hacedora de vida. Quitaré mordazas para que escuchen tu voz alta y nÃtida; porque no hay vacÃo que silencie tus palabras, ni abismo que nos separe.
Sé que tan sólo soy un hombre, pero mi corazón late fuego, llama en tu hoguera. Agua, gota errante en un mar de esperanza; aire, soplo de una nueva vida; tierra, polvo y roca, firme lecho a la espera de dos amantes ... Me gusta contemplarte, compartir cada momento y sentir dentro de mÃ, la libertad de las montañas.